Antonio Machado
"... Antonio Machado era un hombre sencillo, modesto, desaliñado, desmañado, que
nunca tuvo dinero, ni puestos brillantes, ni demasiada fama; pudo parecer eso que se llama en
español "un hombre pobre"; no habrìa inconveniente en aceptarlo, completándolo: un hombre
pobre... genial. Es decir, alguien que nos dio una nueva manera de mirar la realidad, de suerte
que nos dejó ya para siempre enriquecidos; que aumentó para nosotros el mundo -y esto es lo
que quiere decir la palabra "autor"-. Fue todavía algo más: consiguió convertirse en una parcela
de significación del nombre "España"; cuando pronunciamos este nombre, quiere decir muchas
cosas; necesaria, inevitablemente, significa, entre ellas, Antonio Machado. Es lo más a que
puede haber aspirar un creador, un escritor, si lo es verdaderamente y desde su raíz.
Machado había nacido en 1875; era de los más jóvenes escritores de la generación del 98.
Lo destacado de todos ellos no fueron sus dotes -a veces muy altas-, sino su autenticidad: la
necesidad íntima, irremediable, con que escribieron, porque para ello habían nacido, porque
no eran de verdad más que escribiendo, porque necesitaban, para vivir, para ser españoles,
poner en claro qué quería decir ese claro -y tantas veces triste- nombre: España.
La poesía de Machado no es propiamente "amorosa"; es algo más profundo y menos frecuente:
poesía enamorada. El amor no es "tema" de la poesía de Machado; es su suelo, su raíz,
su temple; desde el amor a la mujer, instalado en él, mira las cosas, lo conmueven, le duelen,
las canta. Es el principio de su organización, la dimensión en la cual se encuentra a sí mismo
y puede hablarse a sí mismo -"converso con el hombre que siempre va conmigo"-, la pauta
de su interpretación personal.
Machado fue libre -por eso se sintió insobornablemente liberal- pero esto quiere decir que no pudo
ser caprichoso. Ser libre no es hacer lo que se quiere, "lo que a uno le da la gana", sino lo
contrario: querer lo que se es, lo que desde el fondo insobornable se desea, lo que hay que hacer.
Sólo esto explica la vida de Machado, su honesta, tímida impavidez, que lo llevó a la muerte
solitaria y desvalida, "ligero de equipaje", fiel a sí mismo. Como era poeta, dejó en sus versos conservado, mientras dure la
lengua española, ese estremecimiento. Al leerlo revivimos con él la desesperanza, la melancolía,
el recuerdo, la presencia de esas "tierras tan pobres que tienen alma", los largos ríos, lós álamos
del amor, la "razón y la locura / y amargura / de querer y no poder / creer, creer y creer", la aguda
espina dorada de una pasión, los caminos polvorientos; y, como el suyo, nuestro corazón se
abreva de esperanza.
Julián Marías - Madrid, Julio de 1969
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